jueves, 16 de mayo de 2019

Cumbre en el Ama Dablam


Ha sido un camino increíble el que hemos recorrido aita y yo juntos. Un camino muy completo donde hemos aprendido y disfrutado mucho, que nos ha llevado a conocer nuestra relación padre - hijo más a fondo. Hemos compartido una experiencia muy bonita, desde la preparación previa de la expedición a la propia escalada pasando por el entrenamiento y la aclimatación. Han sido meses y meses de trabajo y entrenamiento previo, 20 días de trekking de aclimatación y 15 días en la montaña; el hecho de no haber podido recorrer juntos las últimas 4h hasta la cima no nos va a quitar la satisfacción de haber vivido una experiencia padre e hijo única.
Salimos el día 7 del campo base (4.600m) con una larga jornada por delante, ya que queríamos subir del tirón hasta el C2 (5.900m). Hicimos los 1.200m de desnivel hasta el C1 en 4h y pico, y escalamos la arista hasta el C2 en menos de 4h, Era la tercera vez, incluso había secciones (especialmente The Yellow Tower) en las que me sabía cada movimiento, así que fuimos más rápidos.
Aproximación al C1 con el Ama Dablam al fondo


Arista entre C1 y C2

The Yellow Tower, V+

The Yellow Tower, V+

El Ama Dablam desde C2

Al día siguiente empezamos a escalar con los primeros rayos de sol. Teníamos por delante el Gran Diedro a la Torre Gris y después la arista del Mushroom para llegar al C3 (6.300m). Esta vez fuimos con dos cuerdas de 60m, teniendo que hacer menos reuniones y por lo tanto ahorrando tiempo. Hacía mucho viento, y sabíamos que podía ser un problema para dormir en el C3, ya que está muy expuesto. Aun así, y a pesar de ver un sitio resguardado del viento unos 50m (de desnivel) antes del C3, decidimos continuar, ya que todavía nos quedaban dos largos de nieve y hielo con un par de resaltes de 90º que a la mañana siguiente nos resultarían demasiado duros con el frío y la oscuridad.
Empezando el gran diedro

Nos queda la arista del Mushroom para llegar al C3

Escalando en la arista del Mushroom

Último resalte para llegar al C3

Según salí a la explanada donde se monta normalmente el C3 aluciné con el viento que pegaba allí. Enseguida entendí la necesidad de encontrar un sitio algo protegido del viento, y lo único que se me ocurrió fue la rimaya. Llegó aita, y aceptó que parecía ser nuestra mejor solución. Nos acercamos a mirar, y encontramos una especie de agujero en la nieve donde poder montar la tienda. Era bastante pequeño, así que tuvimos que dedicar casi 2h para hacer una plataforma lo suficientemente grande y romper la nieve de encima para que entrase la tienda. Seguía haciendo mucho viento, pero por lo menos la tienda estaba encajada y no se iba a mover del sitio. Empezaba a anochecer cuando por fin entramos a la tienda. No teníamos demasiado espacio, pero la verdad que era bastante mejor de lo que habíamos imaginado cuando justo llegamos a la altura del C3 3h antes. Estuvimos un buen rato derritiendo nieve y bebiendo té caliente, cenamos y al calor de los sacos. Eran casi las 8 de la tarde, el viento no cesaba y hacía frío. No dormimos demasiado aquella noche, se trataba más bien de estar relajado e intentar descansar.
Nuestro vivac a 6.300m

Empezamos a preparar té sobre las 2 de la madrugada. Sabíamos que teníamos un duro y largo día por delante, ya que teníamos que bajar hasta el campo base aquel mismo día, si no perderíamos el avión de vuelta a casa. Empezamos a escalar a las 3:30 con muchísimo frío, especialmente en las manos. Además, sabíamos que iba a ser un día de mucho viento (daban unos 70-80 km/h) en la cima, y eso hacía que la sensación térmica fuese aun más baja, aparte de ser bastante incómodo para escalar. Estábamos encordados con una cuerda de 60m en doble, así que hasta que yo no escalé 30m aita no empezó a escalar. Era todo hielo al principio, un hielo muy estalladizo, por lo que la progresión era lenta, y esta espera se hizo muy dura. Las manos se le quedaron congeladas, y para cuando empezó a escalar ya no sentía los dedos. Yo escuchaba que aita gritaba, y pensé que me quería decir algo, pero con el viento no era capaz de entender lo que decía. Seguí escalando en la oscuridad, pero noté que aita se paraba cada vez más a menudo. Continuaban los gritos, pero yo seguía sin escuchar lo que me decía. Decidí montar una reunión de dos tornillos para poder comunicarnos, y cuando se acercó lo suficiente entendí que algo no iba bien. Aita, con mucho esfuerzo, llegó hasta la reunión. No sentía las dos últimas falanges de cada dedo, y esto le obligaba a agarrar el piolet con muchísima fuerza, ya que la falta de sensibilidad le proporcionaba muy poca seguridad. Era una situación peligrosa, porque podía dar lugar a una caída, y por mucho que yo fuese metiendo tornillos la distancia entre seguros era bastante grande. Al de un rato de llegar a la reunión le empezó a volver la sangre a las manos, produciendo ese conocido dolor que todos conocemos, pero en unas dimensiones que yo nunca había visto. Aita estaba congelado y agotado, así que cruzamos a la derecha hasta las cuerdas fijas.
Cima del Ama Dablam (6.856m)

Fue un momento muy difícil, especialmente para aita. Sabía que era el momento de darse la vuelta, después de 23 años soñando con el Ama Dablam tenía que renunciar a la cima. A pesar de la difícil situación y el sentimiento de pena que inundaba la cabeza de aita, fue capaz de ver en mí las ganas y la fuerza suficiente para hacer cumbre. Por supuesto le dije que esto era cosa de los dos, y si uno no podía seguir nos dábamos la vuelta juntos. Me dijo que bajaría por su cuenta por la cuerda fija, que no me preocupase por él y que siguiese yo hasta arriba. Fue complicado; por una parte, me veía en buena forma y con confianza para escalar hasta la cima, pero, por otra parte, no sabía si realmente merecía la pena seguir sin aita. Al fin y al cabo, era un camino que debíamos de recorrer juntos. Pero él me animó, él me dio la confianza suficiente para seguir. Sobre las 6 de la mañana nos separábamos; aita para abajo y yo hacia la cima. Escalé sin usar las cuerdas fijas como habíamos hecho durante toda la ascensión, siguiendo la línea cuando iba por la nieve, y dando la vuelta por la parte izquierda cuando iba por la roca. Me tocó escalar secciones de hielo en la que pasé algo de miedo, donde un error podía ser fatal, pero mantuve la calma y escalé con precisión. También hubo partes donde la nieve estaba en muy malas condiciones, como si tuviese aire dentro, y no daba nada de seguridad. En ningún momento usé la cuerda fija para ascender, pero sí que me até a alguna reunión para descansar, y por supuesto tenía la certeza de que luego podría bajar por las cuerdas fijas. Después de 4h escalando llegué a la cima del Ama Dablam (6.856m).

Cima del Ama Dablam (6.856m)

Fue una sensación increíble. Las lágrimas no tardaron en llegar. Primero de alegría y emoción, pero después de pena por no compartir aquel momento con aita. Estuve allí arriba media hora, foto de rigor y a disfrutar de las vistas. Menudo mirador!! Everest, Lhotse, Cho Oyu, Makalu... Aun que no había nada que desease más que vivir y compartir la cima con aita, fue especial estar solo en la cumbre de la montaña mas bella del planeta.
Y si algo tengo claro después de todo esto, es que si conseguí llegar a la cima es por aita, así que la cumbre va dedicada a ti. Y no tiene sentido terminar este artículo sin mencionar a mi ama; al fin y al cabo, este camino comenzó hace muchos años con los tres como protagonistas, padre, madre e hijo. Ellos me han enseñado -y lo siguen haciendo- a vivir mis sueños, me han educado en la montaña mediante los valores que en ella se aprenden. Y esta expedición no tiene por qué ser la que ponga punto y final a este camino de deporte en familia.
Aita, ama y yo en Gokyo Ri (5.357m) en 2010

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